Como se fallece por dentro
cuando todo lo que ves
son las circunstancias,
la expresión del atropello de la vida,
resonando como ecos dentro de los ojos,
y mientras, todo permanece
en las cuentas…
Grito, el santo y seña,
los trucos de esa fe que dentro
de la articulación, aprende y traspasa
los abismos, al dios que callado
abre surcos en la tierra,
y el barro en el zapato
como un espejo del ojo que llora,
por un rato el vacio prende y me doy
cuenta sin acordarme siquiera
de cuantas añoranzas caben en el pecho,
todo el tiempo, tome impulso hundiéndome
en tus entrañas, como una fusión perfecta
de dos seres que se aman,
y en la mudez del mirar
comprenderse hasta la dolencia
de habernos sentido en la misma manada,
sin tener miedo cuando rugía el viento
y en frágiles intentos defender
todos los terrenos del amor…
Tengo miedo de que el rio te lleve lejos,
que la tierra se fusione al agua
que las dulces ondas te bailen
y brote el ascenso al cielo.
Tengo miedo de quedarme en silencio…
Y sin embargo cuanto más pienso tengo
que aceptar que tu vida es esta,
que el dolor de mi pecho se prepara
como un verdugo a entenderlo.
Pero es que toda la angustia
se me amansa tocando tu cuerpo,
hablándole a tu alma
como un milagro de comprensión,
de sentidos naturales, benditos
símbolos que no precisan entendimiento,
sin embargo habrá quien no entienda
la perfección, la igualdad entre razas,
lo extraordinario que entre tú y yo llego
a calar tan profundo como hermanos
que fueron ungidos en el sacramento
donde todos los misterios comulgan
en una declaración voluntaria
del respeto, de la admiración, del sacrificio,
y es que amiga mía, dulce compañera
son tan humanos, tan temerosos,
que el desprecio brilla en toda
su respiración.
(A India)
