En cada uno de ellos he podido contemplar
La luz nocturna, las salas contiguas llenas de
cuerpos,
brillos galácticos que devastaban el goce de
los gritos,
los timbales acuáticos de la propia pupila, el
servil deseo
de la pobreza, los paréntesis perdidos de la
soledad,
el amor de la cordura esa pasión que de los
sueños
se disfrazaba, el aire putrefacto, aludiendo a
la oscuridad
y otra vez el amor, del hondo beso, esa guerra
triste…
y tantos mundos, las aristas que punzaban en
la falsa
vergüenza, los ojos, mis ojos, que en la
fuerza
de abrirlos sin consuelo palpitaban, las
magnolias,
bucles perdidos de leyendas que no llegaban a
ningún sitio,
a tientas, y con las manos vueltas, el rostro
iba perdiendo
el cáliz y vagamente, una sucesión de hechos,
forjaban
mis mundos… uno a uno, se desglosan como
escaparates,
esas amistades, trepadoras, un instante
efímero que por
segundos milenios, eran interceptados por
todos los pájaros
con sus cánticos feroces, todos esos
mundos,
marcaron mi historia, alucinándose como
simples
drogas de la vida, se murmuraban entre ellos,
chocaban,
se enredaban, y había tiempos de locura
transitoria,
entonces despertaba, en los huecos de mi
mente,
con un cansancio adherido, ignorante, en total
abandono,
y de los puentes, la escama de la carne,
abandonándose,
a la bravura del cabello, a esos amaneceres
terráqueos,
de aire e incendio, a la vuelta, a la ida, al
subir al cielo
como brillante estrella, a las zarzas, al
aire, al fuego,
toda aquella agua enrollándose en mi alma, la
rosa,
la margarita, el blanco, la ciénaga… aquel
mundo, y luego otro…
La sonrisa, el invierno, la soledad, el
paracaídas, el abismo,
la incertidumbre, la oscuridad, y los gusanos
cubriendo la esfera,
otro mundo opaco de tantos otros mundos, se
oían los murmullos,
las locuras, los roces, los rayos de luna, el
cabalgar, la sangre,
el olvido, y cada tiempo se agujeraba, nací
del guerrero,
de los lobos, de las huellas de mis
antepasados, del olor,
de la hierba buena, del almendro, vistiendo el
rostro,
de la pluma cándida, de los otoños, del rojo,
del espacio amante
y aturdido, del viento, de las calles
siniestras, ese mundo,
oh ese mundo, de las oídas, de las mentiras,
de la nicotina,
el rock, las lentejuelas, anidaban dulces y
tímidas,
de las pintadas, de las leyendas urbanas, del
jazmín,
de las nevadas, armarios empotrados, palabras,
letras
invisibles que desaparecían, las tinieblas, el
vientre, la blancura,
la sinagoga, esa espalda anegada, el recuerdo
inmaculado,
la verdad, la adolescencia, y ese mundo,
punzaba, destruir
la noche y hondo pecho, la madrugada estéril,
la iglesia,
los símbolos, la blancura, las salas del
tiempo, la parálisis,
las rejillas, las estatuas, los peldaños, los
luceros lejanos
arrimándose al corazón, la escarcha, el
cristal opaco del vapor
tenue, la lluvia nítida en cualquier color, la
tela roja, el sujetador,
la amarga tarde y la herida grave, ese desnudo
infraganti,
que hiere una y otra vez, la vergüenza ajena,
y la mía
también, aspirar, inspirar, sudar, nadar, ver
el verde ausencia,
famélica, y fluir, y anochecer, el rencor, la
rama enroscando,
la mordaza y otro mundo, señores, a tientas y
siniestras,
como el sol que hierbe más adentro y quema, la
revelación,
la muerte y el océano, el resurgir, las
arboledas, el roce,
la hipocresía, el fuego, ese mundo, si, ese
mundo ya quedo,
las flores eternas, las mil margaritas, las
fiestas, los disfraces,
la agonía, y otro mundo más, tan solo y yo…
aquí, mientras
deambulo queriendo ser, conozco el naufragio,
la soledad,
la ansiedad, el miedo, el espejo, la espada,
las tinieblas,
los círculos, esos lugares abismales que en mi
cerebro no atienden
a suplicas, la vida, sigue y sigue, y me
divide, y no soy,
pero ardo, y adoro, e ignoro, y ya ves, cuanto
lleva mi mente
dentro del corazón. Venus, llamando a Marte.
Misk
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