Te he visto morir y decidí
agarrarme a la vida, no por el hecho
de tu muerte, si no porque quiero
dejarme la carne en cada trozo de tierra,
porque todo tiene precio y ruego
que la mía sea larga y en la enmienda
de mi castigo, el gozo del amor
sea depravado y excesivo.
La piel toma las carencias del ayuno,
como lo toma un proxeneta
del continuo asedio, forzando
la existencia como la suavidad del deseo,
agravando el pecado, que abatido,
suplica con la expresión del que incide
y corteja, la excitación templada
de la profunda impaciencia.
Misk
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